Los inicios

Nací en Santiago, en una familia tradicional donde el trabajo duro era parte del ADN.

Siempre fui buen alumno. Responsable. De esos que hacen lo correcto, sin salirse del camino.

Apenas terminé el colegio, entré directo a la universidad. Probé dos carreras distintas… pero ninguna lograba encenderme. Me esforzaba, pero sentía que algo no encajaba.

Hasta que un día, decidí hacer algo diferente. Romper el molde.

Con 20 años y más dudas que certezas, hice las maletas y me fui a Canadá por un año. Sin red, sin plan B.

Trabajé en lo que encontré. Aprendí a sobrevivir, a resolver, a confiar en mí. Y, sobre todo, a mirar la vida con otros ojos.

Volví a Chile con la cabeza distinta: más práctica, más libre, más real.

Fue entonces que conocí a María José. Mi compañera hasta hoy.

2017 - De la ciudad al sur

Con apenas 22 años, Coté y yo dejamos atrás Santiago y nos fuimos a vivir a Puerto Varas buscando algo distinto.

Estando allá trabajaba como jefe de cocina, pero cada vez que tenía un rato libre me metía al taller que improvisé en mi casa.

Empecé a comprar herramientas sin tener muy claro por qué… solo sabía que me encantaba.

Hacía tablas de picar para la casa, por gusto, sin ninguna intención de vender. Era mi manera de desconectarme y hacer algo con las manos.

2020 - Pandemia

Y entonces llegó la pandemia…

Me quedé sin trabajo, como muchos.
Pero también llegó una idea que no me soltaba:

👉 ¿Y si hacíamos cubiertas de madera maciza para mesas?

Llamé a mi hermano Cristian (el de azul en la foto) que vivía en Villarrica y también se estaba metiendo en el mundo de la madera,

Se vino a Puerto Varas unas semanas y nos pusimos a trabajar en el taller improvisado que ya tenía en la casa.

No teníamos experiencia, pero sí algo que vale más:
Mucha motivación y ganas de aprender. Trabajamos día y noche.
Fallamos, aprendimos, mejoramos.
Hasta que nos pidieron la casa que arrendábamos…

Y ahí, con Coté, tomamos una decisión que lo cambiaría todo.

Junio 2020 - El salto real

Nos fuimos por un tiempo a Villarrica con una misión clara: Levantar un taller y darle forma real a este sueño.

Arrendamos nuestro primer taller. Quedaba a los pies del Volcán Villarrica, era una casa abandonada.

Cada cubierta era una prueba. A veces salía bien, a veces no tanto.
Pero seguíamos. Una tras otra.

Hasta que logramos lanzar las primeras cubiertas a la venta.

Agosto 2020 - El accidente

Un día, el taller me jugó una mala pasada.
Tuve un accidente que me obligó a parar por un buen tiempo.

Me sumergí en el mundo del marketing, las ventas, la atención al cliente.

Si no podía estar en la madera, iba a encontrar otra forma de hacer crecer el sueño.

Mientras tanto, Cristian se quedó en el taller, aprendiendo, mejorando, sacando cubiertas cada vez más lindas y duraderas.

De Taller a Empresa

Con el tiempo, pasamos por distintos talleres, equivocándonos, probando, aprendiendo.

Conocimos a grandes maestros que nos enseñaron el oficio; Don ruben y Don Pedro.

Pulimos procesos, mejoramos materiales, afinamos cada detalle.

Ya teníamos clientes que nos compraban recurrentemente, eso quería decir que estábamos haciendo bien las cosas.

Hasta que un día, Casa Zaru dejó de ser un sueño y se volvió realidad:

Un taller consolidado, un equipo con oficio y corazón…

Y una promesa que nos guía en cada paso:

🌱 Plantar un árbol nativo por cada venta, para devolverle al bosque un poco de todo lo que nos ha dado.

Todo lo que ves en Casa Zaru partió con un par de herramientas, una idea y las ganas de hacer algo distinto.

Hoy, más de 1.143 cubiertas han salido desde nuestro taller rumbo a distintos rincones de Chile.

Cada una hecha a mano, con maderas nobles del sur y con un propósito que nos guía desde el primer día:

👉 Que tengas en tu hogar una pieza con historia.

👉 Que esa pieza esté hecha para durar toda la vida.

👉 Y que, por cada venta, volvamos a plantar vida en los bosques que nos han dado tanto.

Esto recién comienza.

Seguiremos creando con propósito, transformando espacios y reforestando el sur de Chile.